La adolescencia es una de las etapas más complicadas por las que pasan las familias, tanto los padres como los propios jóvenes. Son muchos los baches por los que se pueden pasar pero, a veces, depende de nosotros los adultos, sobre todo de los padres, que esta etapa sea más o menos llevadera. En resumen, depende de todos el poder sobrevivir a la adolescencia. ¿Qué puedes hacer como padre para conseguirlo? A continuación, vamos a intentar daros pautas prácticas para poder ponerlas en práctica en el día a día.
Quizás la primera parte por la que tenemos que empezar es haciendo una reflexión sobre nosotros mismos. ¿Qué tipo de padres somos? Seguro que, si has leído más sobre adolescentes y sobre consejos para padres de adolescentes en otras páginas, verás que empiezan por otros puntos, quizás explicando en qué consiste esta etapa o en pautas de comunicación. Pero debemos de saber primero que la manera de comportarnos con los adolescentes, es decir, el tipo de padre o madre que somos, tiene efectos en ellos y en su manera de comportarse con vosotros.
¿Somos padres rígidos o preocupados o autoritarios o les damos total libertad o…? A veces, lo que sirve para un niño no sirve para un adolescente. Las necesidades de un adolescente son diferentes y exigen un cambio por parte de todos los comportamientos de la familia, incluido en ellos mismos. Si no habías pensado hasta ahora en lo que podría influir tu manera de comportarte, exigir, hablar… quizás es la primera parte por la que deberíamos empezar para mejorar las cosas.
Dicho todo esto, vamos a hacer un breve repaso de la etapa de la adolescencia. La adolescencia supone una etapa de cambios a nivel físico, psicológico y social. Es complicado dar edades exactas para estas etapas pero parece haberse llegado a un consenso en que transcurre desde los 11-12 años hasta los 18-20. Podemos hablar también de preadolescencia (9-10 años) y post adolescencia (20-22 años).
¡Mi hijo no habla conmigo!
Algo característico de los adolescentes en relación a sus padres es la poca comunicación que a veces tienen, lo poco que cuentan de lo que hacen y con quién e, incluso, las reacciones de enfado que tienen cuando los padres les preguntan por algo.
A veces es por falta de habilidades comunicación y otras veces se juntan con sentimientos de vergüenza, temor a las consecuencias, miedo a la decepción, pensamientos de que no vamos a entenderle, entre otras.
¿Cómo podemos hablar con los adolescentes?
En la mayor parte de las situaciones la mejor manera de plantear un tema y hablarlo no es diciéndolo directamente, aunque parezca lo más sensato. Lo único que conseguimos es que él o ella se ponga en alerta y tenga mucho más presentes sus prejuicios sobre ciertos tipos de charla. Sería bueno aprovechar programas de televisión o frases que ellos mismos dicen.
Vamos a evitar ciertas frases como:
- “Cuando yo tenía tu edad…”: Si vemos que él/ella está dudoso sobre algo quizás sea el momento de contar, decir algo sobre nosotros puede hacer que lo perciba como “la batallita o charla de siempre” y que no consigamos así el propósito que buscábamos (poder hablar con él/ella sobre lo que le preocupa).
- “¡Cómo puedes pensar eso!”: Si durante la conversación pone de manifiesto alguna idea errónea, no muy acertada o peligrosa, vamos a evitar regañarle, está confiando en nosotros aunque lo que nos diga no nos guste. Vamos a escucharle hasta el final y con un tono de voz relajado; vamos a preguntarle por qué piensa así o qué consecuencias puede tener aquello que cree. Vamos a intentar que se dé cuenta de lo erróneo sin que sea un castigo o regañina.
- “No tienes ni idea de lo que estás hablando, yo sé lo que digo…”: No debemos despreciar lo que él/ella diga aunque solo sea una opinión no basada en los hechos reales. Tenemos que tener una conversación de igual a igual (tampoco caer en “colegueo”), vamos a intentar no llevar las riendas de la conversación ya que, si es así, puede darse cuenta y perder todo interés en la conversación que estamos teniendo.
Las conductas de riesgo en la adolescencia
Nos hemos encontrado muchos padres alarmados cuando sus hijos llegan a este período, alarmados sobre si van a ser capaz o no de sobrevivir a la adolescencia. Preocupados porque sus hijos estén teniendo conductas de riesgo, habiendo o no indicios. Aunque es cierto que es más probable que éstas ocurran en esta etapa, no quiere decir que los hijos tengan que pasar por ello necesariamente. Hay ciertas conductas de riesgo que los padres pueden moderar e, incluso, evitar.
¿Qué cosas podemos hacer para evitar este tipo de situaciones?
- Educarles en el valor de la responsabilidad. Desde pequeños debemos darles ciertas responsabilidades y cierta autonomía.
- Darles información sobre todas las conductas de riesgo, siempre adaptándolo a su nivel de comprensión, para que tome conciencia de las consecuencias de dichas conductas.
- Dotarles de las habilidades sociales que les hagan adolescentes con capacidad para poder comunicarse de una manera saludable para que puedan y sepan decir que no y dar su propia opinión si se sienten presionados.
- Fomentar su propia autoestima para que se valoren a sí mismos, sin necesidad de realizar ciertas conductas ante sus iguales. Hay chicos con baja autoestima que realizan conductas de riesgo como forma de mostrar su valía personal a los otros.
¿Cómo podemos comportarnos ante estas conductas?
Debemos ser conscientes de que, si de lo que queremos tratar con ellos es algo que rompe las normas, la reacción espontánea de ellos es ocultarlo.
Si hemos pillado “in fraganti” al adolescente en una de esas conductas es muy probable que lo oculte, que nos mienta o, incluso, que pueda llegar a situaciones extremas como agredirnos (no solo físicamente sino verbalmente). En estos casos, podemos o regañarle y castigarle sin llegar nunca a saber por qué lo hizo ni qué hizo, o bien podemos intentar reflexionar para que todos entendáis qué le llevo a tener ese comportamiento y que le ayudéis a cambiarlo.
Normas y límites
Las normas y los límites son imprescindibles para el buen desarrollo de los niños, ya que les dan seguridad. En el caso de los adolescentes, además, ocurre que se encuentran en una etapa previa a ser a adultos, pero siguen necesitando cierta autoridad, aunque les cueste asumir los límites. Es una de las tareas más importantes si queremos sobrevivir a la adolescencia. Saber poner y mantener normas y límites nos va a asegurar una batalla ordenada.
¿Cómo debemos poner estas normas y límites?
Tono calmado y seguro
- Es mejor que los expresemos en un tono calmado y seguro, ya que si nos ponemos nerviosos o tensos, probablemente no nos entiendan y/o que al final la conversación acabe en un conflicto porque lo vean como una imposición sin sentirse comprendidos.
Ayudarles a expresar sus sentimientos
- Al ayudarles a expresar sus sentimientos, aprenden a comunicarnos cómo les afectan las cosas que les proponemos. No debemos castigarles ni reprimirles porque se enfaden (es lícito que puedan enfadarse si algo no les gusta), pero sí por su comportamiento cuando se enfada (si grita, da algún golpe, contesta de mala manera, etc.).
Dejarles participar
- Permitir que participen, para que aprendan a negociar (algo que les ayudará el resto de su vida) y, además, se sientan implicados en la decisión de la familia sin que se vean obligados a cumplir con las reglas sin que se tenga en cuenta su opinión.
Dejarles decidir
- Darles algún margen de decisión en aquellas normas que puedan ser más flexibles y puedan negociar para repartir y decidir conjuntamente cuáles serán sus responsabilidades.
Ser firmes
- Ser consistentes y firmes. Habrá normas que deberá cumplir y es importante que el adolescente aprenda a que no vas a ceder por mucho que insista.
No dejar de ser nosotros
- Ser fiel a tus principios y valores como padre o madre. Los adolescentes suelen cuestionar el sistema que les sigue intentando controlar y poner límites. Piden a los padres que se comporten como los padres de sus amigos. Hay que explicarles que todos somos distintos y no ceder al chantaje. No hacer caso de las críticas relacionadas con que “ojalá su familia fuera distinta”. Lo mejor es que nos recordemos por qué hemos decidido poner ese límite. No entrar en una discusión con él o ella.
Las desavenencias en privado
- No debemos contradecirnos delante de ellos. Es una manera de darle la oportunidad para manipular o aprovecharse de la situación para conseguir lo que quiere.
Ser un buen modelo
- Dar ejemplo y ser modelos de comportamiento. Si gritamos cuando les queremos decir algo, les enseñamos a comportarse así cuando ellos están en desacuerdo. Nuestro objetivo es enseñarles a negociar o debatir. Es mejor esperar, contar hasta diez si es necesario. Enseñarles a debatir de una forma más sosegada, siendo así modelos de cómo desarrollar autocontrol. Debemos saber que cuando estamos muy tensos y enfadados no es el momento de dialogar, es mejor esperar para hacerlo.
Reforzar
- Expresar reconocimiento cuando hace las cosas bien. Esto es una de las cosas más importantes, ya que también les gusta que reconozcamos cuándo hacen las cosas bien. Además, esto hará más probable que vuelva a repetir esta manera de comportarse adecuadamente.
Existen ocasiones en las que nos sentimos desbordados y no sabemos cómo actuar con ellos. Quizás es el momento de requerir la ayuda de un profesional. En ocasiones, solo necesitamos pautas para aprender a comunicarse hasta ayuda con adolescentes conflictivos. A veces, necesitamos de alguien externo que nos ayude a todos. Muchas familias vienen a vernos definiendo a su hijo como un adolescente problemático o un adolescente rebelde y desafiante. No dudes en consultarnos si piensas que es tu caso.