Todo comienza con “mi hijo es demasiado pequeño para entenderlo”. Otra frase parecida pero con el mismo mensaje es “no puedo decírselo, es muy pequeño”. Cometemos el error de pensar que solo contamos lo que decimos. Pero la comunicación va más allá de lo verbal. Los niños son expertos lectores de la comunicación en la que no se usan las palabras, la comunicación no verbal. Es importante que aprendamos cómo comunicarnos con los más pequeños para que entiendan lo que les que queremos transmitir realmente.
[spacer height=»20px»]Como adultos, a veces perdemos de vista ese otro lenguaje, y es que nuestra sociedad está plagada de comunicación exclusivamente verbal: Facebook, Whatsapp, Line, Gmail… Son plataformas en las que solo se permite un tipo de lenguaje, y no es el que más influye en los niños.
¿Qué es lo que captan los niños cuando nos comunicamos con ellos?
Es indiferente lo que decidamos decirle a un niño si no somos coherentes en la forma de decírselo. Por ejemplo, mientras se le dice “no pasa nada” ellos captan nuestros enfados, tristezas o alegrías, y aprenden de ello. El niño interioriza también todo aquello que no se le dice verbalmente.
Los niños tienen una imaginación muy desarrollada y, a veces, utilizan esa imaginación para llenar los vacíos que le faltan de información. Por ejemplo, si ha pasado algo en el trabajo y se llega a casa enfadado, el trato con el niño va a cambiar aunque no se diga nada, se estará más alterado o irascible o se gritará más de lo normal, tal vez sólo estaremos más silenciosos, pero en todo caso haremos algo que en circunstancias normales no haríamos.
¿Por qué tenemos que estar tan pendientes de lo que realmente les estamos comunicando?
Si al niño no se le da una explicación de porqué nos sentimos así, el niño con su imaginación podría pensar que es por algo que él ha hecho. Se podría imaginar que nuestro comportamiento es por su culpa y eso tendría consecuencias negativas para él o ella.
No hay que olvidar que los niños no son adultos en miniatura y que no se les puede tratar en base a esa idea. En la etapa infantil es donde todo se moldea, cualquier cosa puede influenciarle y, desde que el niño nace, está recibiendo información del mundo que, junto con las experiencias que vive y su herencia genética, le van a conformar y moldear para convertirse en un adulto con sus propias características. La familia y las personas con las que tiene más contacto son quienes más influyen en el niño a través de lo que dicen y hacen. La forma de comunicar las cosas influye en el concepto que tiene de sí mismo y en su autoestima, de ahí lo importante que es tener una buena comunicación familiar.
¿Qué consecuencias puede tener no prestar atención a nuestra comunicación familiar y emocional?
Niños miedosos, con bajo concepto de sí mismos, con verbalizaciones muy negativas hacia el mundo… Suelen ser niños a los que los mensajes que les están llegando son erróneos, nulos o débiles.
Conociendo lo anterior y aprendiendo cómo decir las cosas para que no influyan de manera negativa en el niño, se pueden evitar o, cuanto menos, minimizar los daños que pudiéramos estar provocándole. La manera de comunicarnos con ellos tiene un profundo impacto en el desarrollo del niño.
¿Cómo podemos cambiarlo?
Tener habilidades para una comunicación sensible y recíproca genera y desarrolla el sentido de seguridad del niño. Estas relaciones seguras y confiadas son las que le ayudan a progresar en muchas áreas de la vida. Es por esto por lo que es de vital importancia poder adquirir y mejorar dichas habilidades.
Pautas generales para mejorar la comunicación emocional con los niños
Aceptar sus sentimientos
Un niño hace constantes manifestaciones de sus emociones y sensaciones. En ocasiones, nosotros como adultos las rechazamos. Por ejemplo, un niño que dice tener hambre cuando acaba de comer o sueño cuando ha dormido mucho. Podemos de manera automática rechazar sus verbalizaciones. “No puedes tener sueño, has dormido mucho”.
Si un adulto importante para el niño rechaza lo que siente puede hacerle sentir mal cuando solo está expresando su realidad. Podemos cambiar esas verbalizaciones por frases como: “Todavía estás cansado aunque hayas dormido la siesta, esta noche puedes irte antes a la cama si quieres.”
De manera general, nos ayudará escuchar y aceptar todo lo que nos expresen sobre sí mismos.
Nombrar sus sentimientos
Los niños aprenden de sus emociones a través del contacto con los adultos importantes de su entorno.
Si le vemos enfadado o triste, es bueno devolvérselo. “Te veo enfadado. ¿Ha ocurrido algo?” El que nosotros seamos los que le pongamos el nombre hace que en el futuro ellos sean capaces de identificarlo. Vamos a intentar solo describir la emoción, sin aconsejar.
Como, por ejemplo, nos describe algo que ha ocurrido en clase: “La profesora me ha preguntado y no he sabido responder, los demás niños se han reído de mí.” Sería un buen momento para contestarle “Eso quizás te ha debido de hacer sentir avergonzado y triste, yo me sentí así cuando era pequeña y me pasó algo parecido”. Escuchamos, aceptamos y nombramos.
No etiquetar
Cuando intentemos hablar con los niños, aunque estos hayan hecho o dicho algo que no nos ha gustado, no tenemos que caer en usar calificativos o etiquetas. Las conductas son circunstanciales y las etiquetas son estables. No es lo mismo decir “te estás portando mal” a “eres malo”. Las etiquetas hacen mella en el autoconcepto de los niños y debemos tener cuidado con ellas.
No comparar
En ocasiones, nos sale de manera automática el comparar a nuestro hijo con su hermano u otro niño. Cada niño es distinto y, además, cada uno necesita su ritmo para madurar. Cuando comparamos ciertas competencias que no son voluntarias solo le hacemos sentir peor por no lograr aquello que le estamos pidiendo.
La alabanza
En vez de evaluar o juzgar podemos describir lo que vemos o lo que sentimos. Por ejemplo, un niño que se acaba de vestir solo por primera vez y espera que le digamos algo: podemos evaluar “Eres un buen niño”, o podemos describir sus logros “Veo que te pusiste la camiseta, te abrochaste los pantalones, te pusiste los calcetines y abrochaste los zapatos». ¡Cuántas cosas distintas has hecho! ¡Estoy muy contento!”
Como esquema general para la alabanza nos servirá: describir los que vemos, describir lo que sentimos y resumir en una palabra la conducta a alabar.
En ocasiones, no es suficiente con leer algunas orientaciones para aprender a comunicarnos con los más pequeños. Vemos que, por más que les repetimos algo, no parecen entenderlo. O queremos transmitirles una mala noticia y no sabemos cómo. Si crees que necesitas ayuda con ello, acude a nuestra clínica y te ayudaremos. Nuestra primera consulta es gratuita y, en ella, te asesoraremos con lo que necesites.